sábado, 18 de enero de 2014

Roma no paga votantes... digo, traidores

17.01.2014 | 09:12


Laura Rivera
Laura Rivera
No tiene suerte Zamora con el poder. Si en la época de Viriato los tres generales que se vendieron a los romanos para matarlo se quedaron sin cobrar y cargando con el sambenito histórico de que «Roma no paga traidores», con la mayoría absoluta del Partido Popular en el poder Zamora tampoco levanta cabeza.
Si cuando Viriato, Roma no pagó traidores, ahora el poder no paga votantes.
¡Menudo balance de fin de año! Ni un brote verde, ni luz a la salida del túnel, ni una sola cifra optimista que llevarse a la esperanza.
En el último mes del año, cuando el paro desciende en toda España pese a hacerlo a costa de crear empleo temporal y precario, en Zamora aumenta en 229 personas. Por supuesto, el número de afiliados a la Seguridad Social baja casi un tres por ciento en el año, porque -y esto es lo más grave- la población ha descendido en 3.342 zamoranos.
Pese a que somos más de tres mil zamoranos menos, aumentan los que están en paro. Y por si alguien se consuela pensando que es normal porque Zamora es una provincia con población muy envejecida que, por lo tanto, al menos tiene una pensión para vivir, ni ese consuelo nos queda. Unos días antes de la Nochebuena, este diario nos informaba de que «Zamora es la única provincia de Castilla y León en la que el número de pensiones es menor ahora que hace un año, con un 0,4% menos de personas con prestación». A lo que hay que añadir que también es de las que tienen una pensión media más baja.
Así que menos jóvenes y más paro; menos viejos y pensión más pequeña.
Menos, y sufriendo además los datos comunes a los ciudadanos de toda España: trabajo precario, salarios más bajos, desahucios, estafas a los ahorradores, cierre de empresas y comercios? Y el parón de las grandes y medianas infraestructuras prometidas desde hace años por el poder político: ni autovía hasta la cercana Portugal y vía única para el AVE que viene; ni Cúpulas de Tecnología, ni Centro de Congresos en la capital. En los pueblos de la provincia, se conformarían con tener agua potable en el grifo de casa, carreteras seguras, transporte público para llegar al médico a tiempo, y conexión a las viejas tecnologías como la televisión, y a las nuevas.
Por si no fuera bastante la que está cayendo, los espacios naturales que se habían conservado por la falta de desarrollo económico, como el Lago de Sanabria, empiezan a tener síntomas de deterioro por contaminación -cuanto más negada por el poder, más sospechosa para el pueblo- sin que se aborden soluciones más allá de las del avestruz.
¡Hasta los «Zamarrones» de Villarino han tenido que ser asumidos por los jubilados porque ya no quedan jóvenes en el pueblo para representar las mascaradas tradicionales de fin de año!
Un fin de año amargo para Zamora.
Y todo ello en una provincia que no ha dejado de votar al Partido en el Gobierno: en el Estado, en la Junta, en pueblos y ciudades y en la Diputación. Mayorías absolutas para un olvido absoluto. Roma no paga votantes fijos, votantes fieles, gentes sumisas. Zamoranos.
Un año cargado de cifras tan amargas, que el presidente del PP en Zamora no ha tenido más remedio que edulcorar con una vieja, tradicional y sentimental promesa política: ¡un Museo para Semana Santa!
¡Otro más! Y no quiero decir con ello que no se quede pequeño el existente. Lo que quiero decir son dos cosas. La primera, que se suma a promesas incumplidas como el Museo o Centros de Interpretación de León Felipe, de Baltasar Lobo, de la Escuela, de las Edades del Hombre, de los Artesanos, de la Vía de la Plata, de la fundación Ortega y Gasset y Marañón y? todo ello para rehabilitar edificios que se van quedando vacíos. La segunda, que cuando pasan de la promesa al hecho, acaban cerrados por falta de gente para abrirlos y para visitarlos, como sucede con las Aceñas y la Ciudad Medieval cerrados cinco meses al año -de octubre a marzo- o con las iglesias de nuestro Románico.
¡Y aun más! Miedo da que para el futuro el único proyecto del poder del PP para Zamora sea un Museo. Corremos el riesgo de que lo que fue una provincia, una ciudad, un pueblo y sus gentes, acabe a razón de tres mil menos por año, convertido en un gran Museo o Centro de Interpretación de Zamora, donde ver al guerrero Viriato, «Terror romanorum», al lado de los zamoranos que no lucharon por su tierra representados por estatuas con la leyenda con la que empezaba este artículo, «el PP no paga votantes», y una amable guía turística que nos cuente: «a principios del siglo XXI, Zamora seguía apostando por la derecha aunque iba perdiendo población?». ¡Historias!

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